El Campeonato de Colores es el reflejo de la esencia de nuestro colegio. Para nuestras alumnas, constituye una de las instancias más inolvidables y marcadoras de los valores que impregnan el espíritu del Colegio y que generan ese profundo sentido de pertenencia, al Color y al Colegio, que perdura a través de las generaciones.
Todo partió en los años 40 cuando, acercándose el Campeonato Interescolar de Atletismo , Madame Gabriela Yáñez de Figueroa, fundadora del Colegio, pensó que una buena manera de seleccionar deportistas era realizar previamente un campeonato interno, para identificar aquellas atletas que podrían representar mejor al Colegio.
Con ese propósito, Madame estableció dos colores: Rojo y Azul (que eran los colores del uniforme) y puso en marcha esta actividad deportiva y artística que llegaría a convertirse en uno de los pilares formativos del Colegio. Su objetivo fue involucrar a todas las alumnas y estimular sus diversos talentos, por lo que agregó a las pruebas deportivas una competencia entre las barras. Esto permitió que todas participaran, aportando a su Color con sus habilidades específicas: las atletas lo defendían en las diferentes pruebas y entre las otras alumnas, algunas se encargaban del diseño de escenografía y cartonajes, otras, de vestuario y coreografía, y otras de la escritura del libreto, que debía contener un argumento y un mensaje. Un grupo tenía que buscar o crear la música para la presentación en la cancha y otro, inventar los gritos y canciones y dirigir la barra. Había otras alumnas encargadas de la grabación, cosa muy complicada en esa época, pues se utilizaban cintas magnéticas enormes y equipos de sonido muy precarios. Finalmente, tenían la responsabilidad de comprar maderas, cartones, telas, tinturas, etc. y hacer rendir lo más posible el exiguo presupuesto.
La consigna era que las alumnas – y en última instancia las Jefas de Atletismo y las Jefas de Barra- eran responsables de todo el campeonato. El Colegio las apoyaba con un presupuesto moderado y lo demás corría por cuenta de ellas, en un despliegue de creatividad, esfuerzo y entusiasmo que las llevaba a mostrarse capaces de cumplir el compromiso de presentarse con todo listo en la fecha señalada. No había excusas, no cabían justificaciones: todo y todas tenían que estar ahí, ese día, a esa hora.
Después de varios años, se incorporó el color Verde y años después, por el crecimiento del Colegio, se agregó el color Amarillo.
Madame Gabriela pudo comprobar que con todo esto se ganaba algo de una envergadura que iba más allá de la demostración de destrezas deportivas, talentos artísticos o habilidades operativas. Se fue generando, a través de los años, una creciente tradición de excelencia, de eficacia y de impecabilidad, sustentada en el desarrollo del liderazgo y en la fortaleza del trabajo en equipo, así como en el desarrollo de la capacidad de gestión y la valoración de poner los propios talentos al servicio de un fin colectivo.